Un terapeuta no puede saber algo que ni el cliente sabe que le pasa

El mundo científico lleva décadas ideando toda clase de estrategias e instrumentos para poder medir algunos aspectos de la conducta observable, con objeto de poder inferir, a partir de los datos obtenidos, todo aquello que no es directamente observable: el mundo interno del cliente, como pueden ser sus emociones y sentimientos.

Sin embargo, hay un instrumento que “mide” directamente lo que le sucede internamente a un ser humano: él mismo, su propia conciencia. Esto es lo que sucede durante la relación terapéutica, cuando la persona se halla ante la presencia empática de otro ser humano, el terapeuta, que está capacitado para acompañarle, comprenderle y poderle señalar lo obvio que está sucediendo en el aquí y ahora de la relación entre los dos. De este modo, el terapeuta ofrece al cliente la posibilidad de ampliar su visión de sí mismo.

El cliente tiene así la oportunidad de hacerse responsable de aquello de lo que no se estaba dando cuenta y utilizarlo para su propio crecimiento: para poner más conciencia. En todo caso, le corresponde a él tomar o no esa decisión.

 

 

 

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